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El 19 de julio de 2017 fue suscrito en Caracas por veinte organizaciones políticas opositoras el llamado “Compromiso unitario para la gobernabilidad”, documento en el cual se establecieron las bases “del venidero gobierno de Unión y Reconstrucción nacional”. Visto en retrospectiva, el entusiasmo que llevó a redactar dicho documento ya no existe como tampoco la unidad que terminó secuestrada en muy pocas manos. Sin embargo, el propósito esencial de sacar a Venezuela adelante tendrá necesariamente que afincarse en algunos de sus postulados.
En Venezuela seguirá siendo prioritario un gobierno que procure y respete la justicia social. Sin justicia no hay paz y ello requiere impulsar políticas que acaben efectivamente con el mal de la pobreza, ocupándose de los problemas de salud, alimentación, educación, inseguridad y delincuencia que hoy afectan a millones. La Venezuela de hoy tiene en esta materia un reto de infinitas dimensiones que no puede seguir postergado.
Todo esto exige, entre muchas otras cosas, gran madurez política. No se puede construir un país gobernable sobre la base de la exclusión, sea cual sea su naturaleza. La gobernabilidad de nada sirve si se reduce a lugar común, a simple recurso publicitario para generar expectativas.
La construcción de gobernabilidad democrática involucra tanto al liderazgo político como al social, pero el divorcio entre unos y otros, así como el abandono de la política como actividad superior para el alcanzar el bien común, nos alejan de la meta. En este sentido, negarse a participar electoralmente, abstenerse de marcar democráticamente la diferencia y regalar los espacios ha sido nefasto.
La unidad nacional tampoco se construye sin diálogo y negociación. Nadie puede aplastar a nadie y, por ahora, las únicas reglas de juego que podemos usar sin destruirnos para alcanzar un “gobierno unitario, amplio, plural y eficiente” son las que están en la Constitución. Todo lo demás es una aventura antipolítica.
Hoy resulta extraño encontrarse que el punto 5.4 del “Compromiso unitario para la gobernabilidad” consideraba “sagrado” respetar “a quienes piensen políticamente distinto, pues esto constituye la base de pluralidad necesaria y deseable en toda democracia”. De eso, tampoco queda nada.
Luis Loaiza es politólogo y profesor universitario. Expresidente de Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (APULA) y actualmente es diputado de la Asamblea Nacional.
Fuente: Diario La Frontera
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